ELY. LA TRANSFORMACIÓN.
Ausencia de luz, de sonido. No había aromas. Flotaba. Se movía empujado por el viento.
Un pasaje. Huellas de sonido, casi una sensación. Movimientos muy ligeros en el tiempo. Otro.
Sin ritmo. Sin sensación. Sin sentido. Pero una vez más.
---¿Ely?
Un movimiento instintivo. Corredores de aire ligero, con luz negra. El teatro del vacío.
---Bienvenido. Vio un rostro. Berenice. Amable y buena, la mejor que había tenido. Junto a ella, Tulio, su amigo. Y su abuela. Muy triste. Le sonrieron. Su abuela abrió los brazos y el se dirigió flotando hacia ellos.
---¡Ely!
Volteó. Una ráfaga de energía. Se hundía en un torbellino de luz.
---¡No nos dejes! ---le pidió su abuela.
---Ely ---Berenice le ofreció la mano. Tulio le decía adiós.
---¡Sigue mi voz! ---el sonido hacía eco y vibraba conforme se expandía. Flotaba, por las curvas, se dirigía hacia esa voz, percibiendo de repente una intensa luz.
---¡Abre los ojos!
Esas palabras no significaban nada, pero vio a Patricia. Ella sonrió. Su piel brillaba. Sus ojos grises protegían los ardientes ojos de Ely. Le acercó el rostro. Sus labios tocaron los de él, quien no sintió nada.
---¡Respira! ---le dijo y no supo lo que eso quería decir hasta que sintió que el aire pasaba por su nariz y se expandió a sus pulmones.
Quería saber algo, pero no pudo ingeniárselas para obtener ese conocimiento.
---Regresaste con nosotros, conmigo ---dijo ella y entonces se dio cuenta que también había aprendido a formar oraciones, a hablar.
Patricia le acarició la cara, el cabello. Las facciones de ella eran suaves y su cuerpo luminoso. Sus ojos resplandecían, como dos ópalos grises, con forme le recorrían el rostro. Nunca antes había visto esa expresión y no sabía qué significaba.
---En poco tiempo empezarás a sentir tu cuerpo y entonces podrás volver a hablar. Pero no dejes de respirar.
Se concentró en el aire que fluía como líquido a través de su ser y percibió sonidos. Movió la mano y la sensación se expandió por sus dedos.
---Yo... estoy vivo ---dijo entrecortadamente, sorprendido. En su interior sentía una presencia.
---Sí ---se rió ella---, vives. Pronto estarás aquí. Después te darán ganas de vomitar. Tu cuerpo debe desechar el veneno. Pero estaré contigo, no tengas miedo.
La presencia que estaba dentro de Ely tomó forma en cuanto recuperó la sensación. Se dio cuenta de que estaba acostado en una cama que ahora sabía pertenecía a Patricia. Sentía la boca rara; su lengua descubrió dos dientes superiores más largos que el resto.
---Judith ---dijo el.
---Arriba, todos están arriba. Subiremos más tarde.
La oscura presencia en su interior opacó la luz que lo había llenado unos instantes atrás. Tomo la forma de una mujer, después la de un hombre, se mecía; los rostros de Berenice, de su abuela, de Tulio. En todas sus manifestaciones, la figura lloró.
Se sentía mal del estómago. Le dolían las neuronas.
---Vas a vomitar. Te saldrá de todas direcciones. Pero después te sentirás mejor. Te amo, Ely ---se escuchaba aliviada, como si las palabras la liberaran.
La vio a los ojos, que brillaban y echaban chispas; eran dos playas con infinidad de plancton que resplandecían bajo un cielo lleno de estrellas. Tenía el estómago revuelto. El ser que llevaba dentro gritó.
---En poco tiempo empezará a vomitar ---le dijo, besándole la frente, la nariz, la boca. Se movió para tocarla, pero el dolor le golpeó el cráneo. Su cuerpo convulsionó. Gritó.
---Una ves que saques todo, el dolor cesará. Te daré sangre y recuperarás las fuerzas. Quiero hacerte el amor. Ahora. Para siempre.
La forma del ser que estaba en su interior se afinó, era tan austera y punzante, que tuvo que alejar la mirada. Los calambres invadieron los brazos y las piernas de Ely, viajaron por el pecho y se clavaron hondo en su estómago. Jadeaba, aterrado. El y la figura que moraba en el hablaron al unísono
---¿Estoy muriéndome?
Patricia lo ayudó a llegar al baño. Lo puso en la tina y lo abrazó, mientras su cuerpo expulsaba por la fuerza lo que alguna vez había sido necesario para existir, pero que ya no le servía. Se tambaleaba a causa del dolor. El ser se estremeció, atrapado en las garras de la agonía y la desesperanza. “No te ama”, se oyó el eco de una voz. Ambos lloraron.
Una última ola lo golpeó, dejándolo muy débil como para moverse, incluso para gritar, sólo para temblar ante este impresionante poder que lo había recorrido.
Lo limpio y llevo su cuerpo cansado y sin fuerza a la cama, después se acostó al lado de él.
El dolor había desaparecido, pero el vacío se quedó. El ser que estaba en su interior se volvió apático, se perdió en un estupor de desesperanza.
Patricia tomó la cara de Ely entre sus manos. Se cortó el cuello con una uña bien arreglada y guió sus labios al río carmesí. El aroma acre de cobre dulce le llegó primero, después el sabor, el calor de una bebida deliciosa, con textura, complicada, una mezcla de finos ingredientes. Energía líquida, como azogue, le llenó el cuerpo. Le recorrió los órganos y las extremidades, expandiéndola a su paso, llenando todos los espacios vacíos para que empezara a sentirse menos estático.
Conforme Ely recuperó las fuerzas, el ser que había en su interior se ahogó y finalmente se retiró, absorbiendo la oscuridad. Ese ser lo miró con ojos tristes y después desapareció, dejando solo a Ely con el resplandor que emanaba del cuerpo de Patricia.
Es mi desesperación, pensó; mi antiguo yo.
Patricia lo acercó a ella. Deslizó sus dedos sobre su piel, que era aterciopelada, y tocó sus capas más profundas. Sus labios despertaron los de él, quien se preguntaba si siempre había estado muerto y ahora estaba vivo por primera vez.
---¡Decepcionada! ---se rió, su tono era de sorpresa, de angustia. Le dijo cariñosamente---: Ely, siempre te he deseado. Siempre. Mi amante. Mi amigo. Espero que no seas tú quien se decepcione de mí.
Él la jaló hacia sí. Como si lo hubiera hecho ya cientos de veces, con sus dientes reabrió la vena de su cuello. La penetró a profundidad, como lo haría mil veces en el futuro. Patricia arqueó su cuerpo y gritó el nombre de él, generando una ola de agonía y éxtasis, mientras Ely bebía su esencia y la colocaba en su corazón.
Un pasaje. Huellas de sonido, casi una sensación. Movimientos muy ligeros en el tiempo. Otro.
Sin ritmo. Sin sensación. Sin sentido. Pero una vez más.
---¿Ely?
Un movimiento instintivo. Corredores de aire ligero, con luz negra. El teatro del vacío.
---Bienvenido. Vio un rostro. Berenice. Amable y buena, la mejor que había tenido. Junto a ella, Tulio, su amigo. Y su abuela. Muy triste. Le sonrieron. Su abuela abrió los brazos y el se dirigió flotando hacia ellos.
---¡Ely!
Volteó. Una ráfaga de energía. Se hundía en un torbellino de luz.
---¡No nos dejes! ---le pidió su abuela.
---Ely ---Berenice le ofreció la mano. Tulio le decía adiós.
---¡Sigue mi voz! ---el sonido hacía eco y vibraba conforme se expandía. Flotaba, por las curvas, se dirigía hacia esa voz, percibiendo de repente una intensa luz.
---¡Abre los ojos!
Esas palabras no significaban nada, pero vio a Patricia. Ella sonrió. Su piel brillaba. Sus ojos grises protegían los ardientes ojos de Ely. Le acercó el rostro. Sus labios tocaron los de él, quien no sintió nada.
---¡Respira! ---le dijo y no supo lo que eso quería decir hasta que sintió que el aire pasaba por su nariz y se expandió a sus pulmones.
Quería saber algo, pero no pudo ingeniárselas para obtener ese conocimiento.
---Regresaste con nosotros, conmigo ---dijo ella y entonces se dio cuenta que también había aprendido a formar oraciones, a hablar.
Patricia le acarició la cara, el cabello. Las facciones de ella eran suaves y su cuerpo luminoso. Sus ojos resplandecían, como dos ópalos grises, con forme le recorrían el rostro. Nunca antes había visto esa expresión y no sabía qué significaba.
---En poco tiempo empezarás a sentir tu cuerpo y entonces podrás volver a hablar. Pero no dejes de respirar.
Se concentró en el aire que fluía como líquido a través de su ser y percibió sonidos. Movió la mano y la sensación se expandió por sus dedos.
---Yo... estoy vivo ---dijo entrecortadamente, sorprendido. En su interior sentía una presencia.
---Sí ---se rió ella---, vives. Pronto estarás aquí. Después te darán ganas de vomitar. Tu cuerpo debe desechar el veneno. Pero estaré contigo, no tengas miedo.
La presencia que estaba dentro de Ely tomó forma en cuanto recuperó la sensación. Se dio cuenta de que estaba acostado en una cama que ahora sabía pertenecía a Patricia. Sentía la boca rara; su lengua descubrió dos dientes superiores más largos que el resto.
---Judith ---dijo el.
---Arriba, todos están arriba. Subiremos más tarde.
La oscura presencia en su interior opacó la luz que lo había llenado unos instantes atrás. Tomo la forma de una mujer, después la de un hombre, se mecía; los rostros de Berenice, de su abuela, de Tulio. En todas sus manifestaciones, la figura lloró.
Se sentía mal del estómago. Le dolían las neuronas.
---Vas a vomitar. Te saldrá de todas direcciones. Pero después te sentirás mejor. Te amo, Ely ---se escuchaba aliviada, como si las palabras la liberaran.
La vio a los ojos, que brillaban y echaban chispas; eran dos playas con infinidad de plancton que resplandecían bajo un cielo lleno de estrellas. Tenía el estómago revuelto. El ser que llevaba dentro gritó.
---En poco tiempo empezará a vomitar ---le dijo, besándole la frente, la nariz, la boca. Se movió para tocarla, pero el dolor le golpeó el cráneo. Su cuerpo convulsionó. Gritó.
---Una ves que saques todo, el dolor cesará. Te daré sangre y recuperarás las fuerzas. Quiero hacerte el amor. Ahora. Para siempre.
La forma del ser que estaba en su interior se afinó, era tan austera y punzante, que tuvo que alejar la mirada. Los calambres invadieron los brazos y las piernas de Ely, viajaron por el pecho y se clavaron hondo en su estómago. Jadeaba, aterrado. El y la figura que moraba en el hablaron al unísono
---¿Estoy muriéndome?
Patricia lo ayudó a llegar al baño. Lo puso en la tina y lo abrazó, mientras su cuerpo expulsaba por la fuerza lo que alguna vez había sido necesario para existir, pero que ya no le servía. Se tambaleaba a causa del dolor. El ser se estremeció, atrapado en las garras de la agonía y la desesperanza. “No te ama”, se oyó el eco de una voz. Ambos lloraron.
Una última ola lo golpeó, dejándolo muy débil como para moverse, incluso para gritar, sólo para temblar ante este impresionante poder que lo había recorrido.
Lo limpio y llevo su cuerpo cansado y sin fuerza a la cama, después se acostó al lado de él.
El dolor había desaparecido, pero el vacío se quedó. El ser que estaba en su interior se volvió apático, se perdió en un estupor de desesperanza.
Patricia tomó la cara de Ely entre sus manos. Se cortó el cuello con una uña bien arreglada y guió sus labios al río carmesí. El aroma acre de cobre dulce le llegó primero, después el sabor, el calor de una bebida deliciosa, con textura, complicada, una mezcla de finos ingredientes. Energía líquida, como azogue, le llenó el cuerpo. Le recorrió los órganos y las extremidades, expandiéndola a su paso, llenando todos los espacios vacíos para que empezara a sentirse menos estático.
Conforme Ely recuperó las fuerzas, el ser que había en su interior se ahogó y finalmente se retiró, absorbiendo la oscuridad. Ese ser lo miró con ojos tristes y después desapareció, dejando solo a Ely con el resplandor que emanaba del cuerpo de Patricia.
Es mi desesperación, pensó; mi antiguo yo.
Patricia lo acercó a ella. Deslizó sus dedos sobre su piel, que era aterciopelada, y tocó sus capas más profundas. Sus labios despertaron los de él, quien se preguntaba si siempre había estado muerto y ahora estaba vivo por primera vez.
---¡Decepcionada! ---se rió, su tono era de sorpresa, de angustia. Le dijo cariñosamente---: Ely, siempre te he deseado. Siempre. Mi amante. Mi amigo. Espero que no seas tú quien se decepcione de mí.
Él la jaló hacia sí. Como si lo hubiera hecho ya cientos de veces, con sus dientes reabrió la vena de su cuello. La penetró a profundidad, como lo haría mil veces en el futuro. Patricia arqueó su cuerpo y gritó el nombre de él, generando una ola de agonía y éxtasis, mientras Ely bebía su esencia y la colocaba en su corazón.