lunes, 26 de septiembre de 2005

EXTRAÑAR NO DA CONSUELO

--Es duro... si
--¿Y te sientes solo?
--Impera la soledad, estoy condenado a ella.
--¡Ha de ser horrible!
--Cállate. No sabes lo que dices.
Es muy triste... Es cierto, pero es hermoso, es placentero.
Es mejor estar solo, a estar con alguien que solo dice estupideces.
--¿extrañas a alguien?... ¿amas a alguien?
--Extrañar no da consuelo alguno, al contrario, te lastima.
Es preferible no tener recuerdos... ¿de que sirven? ¿para que guardarlos una eternidad?
Es buen consejo: cuando algo se vaya... que todos tus recuerdos se vayan también.
Buscas algo nuevo, que te satisfaga en el instante, en lo que dure. Después... olvida; después ya no tiene sentido.
--Y... ¿amas a alguien?
--No
--¿No? ¿así nadamás? ¡No te creo!... Todos tenemos...
--¡Cállate! ¡No digas idioteces!
Tu pregunta fue fácil, la respuesta aun mas.
Simplemente así: No
--Eres muy extraño ¿sabes?

No pude contener una leve sonrisa. ¿cuántas veces había ya oído eso?
¡cientos! ¿miles de veces!
Habían ya transcurrido largos años y nunca, nunca había escuchado otra cosa.

--Si, ya lo se. Y a veces no me es muy grato saberlo.
--¿Y por que te ríes?

Esa pregunta fue como un calambre en el cerebro. ¿Reírme? Hacia mucho tiempo que ni siquiera lo pensaba.

--No confundas- dije- No me estoy riendo, es muy distinto reírse a sonreír, y lo hago porque me causo gracia tu pregunta... Empiezas a ser divertida.

Ella hizo una mueca muy extraña, sus ojos se clavaron en los míos con un brillo de enojo que me divertía.
Hacia mucho tiempo que no me sentía así.
Me sentía... “humano” por así decirlo.

--¡Idiota! – grito ella cerrando sus puños.
Yo quiero ser tu amiga y tu... ¡y tu te comportas como un idiota!

Me deje caer en el respaldo del sillón, y fue una acción involuntaria lo que adorno la escena: Una carcajada que había estado enterrada en lo más profundo de mi ser y que había encontrado una puerta de salida.

--¡Ja ja ja! Que graciosa eres.
Deberías ver tu cara, es tan... tan... ¡Ja ja ja!

Ella rompió en llanto, sus ojos enojados se habían cristalizado por las lagrimas que parecían tan ácidas como mis carcajadas.
Humectaban sus mejillas, sus labios; su lengua recogía cada gota que a ellos llegaba.
Su boca entre abierta dejaba escapar gemidos lastimeros.

Esta escena corto de golpe mi súbita sonrisa. Hacia mucho tiempo que no veia tantas lagrimas. Comencé a sentir algo parecido al nerviosismo, a la desesperación. No pude contenerme...

Me levante y me acerque a ella. Mis manos temblaban. Las lleve hasta su cara; era tibia, estaba húmeda. Mis manos recogieron un par de lagrimas que terminaron convertidas en huellas de sal; congeladas por mi piel.
Lamí los restos, era un sabor que no probaba hacia mucho tiempo. Me sentía perturbado, ansioso, triste... muy triste.

-Perdón... no quise que fuera de esta forma, pero me haz alegrado. Me costo mucho trabajo decirlo, pero es cierto.
No llores...
... eres hermosa...
...que lastima... es una verdadera lastima.

La tome fuertemente por los brazos. Ella me miro con una mezcla de tristeza y de alegría. Sonrió.
Entreabrió sus labios y acepte la invitación.

No supe cuanto tiempo duro, se entrego completamente en un beso, en un par de caricias y finalmente reposo su cabeza en mi pecho.

--Te quiero – dijo a la vez que soltaba un suspiro.
--Yo ...
... lo siento.

Despegue su cabeza de mi pecho, fue mas grande mi necesidad, que lo que me había hecho sentir en esos momentos.

Busque su cuello virgen y le di el beso final.

Cerré los ojos para no ver, por primera vez; la escena que se repetía cada noche.
Cayo al suelo, sin aliento... sin vida.
Le di la espalda y me aleje perdiéndome en la penumbra.

Desde mi nacimiento nocturno no he querido guardar recuerdo alguno.
Ella se ha ido...
...pero es quien a veces me hace sonreír en esta eternidad.

miércoles, 14 de septiembre de 2005

LUCHEMOS

En las tormentas estábamos siempre juntos,
rayos cayeron del cielo,
ni el gran dios,
los podía parar,
eran rayos de luz
rayos de fuego,
rayos que salían del centro,
no de la tierra,
sino de nuestros corazones,
grandes éramos,
contra todo luchábamos,
todas las montañas se nos quedaban pequeñas,
porque siempre estábamos juntos,
lo estábamos.

¿Por qué ahora no?
lucho por ello,
déjame seguir haciéndolo
porque mi corazón lo necesita,
también creo que el tuyo,
batallas necesita
sin ellas no somos nadie
y después de todo
siempre
ganaremos
¿por qué?

Porque nos queremos