domingo, 4 de diciembre de 2005

DIVINA TRINIDAD

I
Celos de la noche que te acaricia el pecho. Carne y sangre encrespadas por el deseo. Tus labios tiemblan, tus ojos pierden la luz y me abrazas con tu sola presencia. Cuéntame, cántame al oído tu historia, confiésate subterránea cual semilla en espera.

II
Verdadera porque me diste la impresión de latir por fuera, de cernirme con regocijos que sacudían lo aledaño. Falsa, porque tus risas punzantes me negaron tu Edén, porque halabas cuando debías aflojar, porque del Cielo me hacías parte cuando el Infierno condimentabas para volcarlo a mi desnudez.Quién en el trono de tu santuario, quién las riendas de tu sino, de tu anhelado paraje. Envídiole con sarnosa codicia.
Despelleja ese tesoro tuyo que por faz te fue dado. Nadie, nunca, por las delicias de la hermosura, debe sufrir escarnios como los que debates salvajemente.

III
Esa máscara tuya que con paradójico fin conjura tu auténtica esencia. Esa veladura fatal sojuzgándote las piernas, no se motiva a atraparte a ti, sino a hacer de mí el botín. Te veo y caigo en la trampa. Elevas la sublime carnada enfundada en veneno puro. El labio se ciñe al diente, la ceja tiembla y el ojo titila. Estoy perdido. Me sabes extraviado por el poder de tu deseo, y aun así, continúas la masacre. Jactanciosa disfrutas la caricia de esta mirada que sin tropiezo asciende del tobillo a la orla de tu diminuta falda. Pudiera sobrepasarme y andar más allá si no fuera por esa tu visión de druidesa que te incita a apretar con atroz malicia para desvanecer mi esperanzado morbo. Eva eres, sierpe y fruto en una misma personalidad; y yo, Adán miserable, he de perecer ante esta Trinidad Divinísima