jueves, 19 de julio de 2007

MARUKITA

Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche…

Así surge la poesía, sobrepasando lo literal: “Qué bella eres, amor mío, terrible como un ejército que enarbola sus estandartes. Aparta tus ojos, que me abruman; eres Maru, mi reina: un manantial cerrado, una fuente sellada.

¿Por qué la amo hasta ese punto? Sin duda alguien leerá este texto y se preguntará: ¿Qué tenía Maru de especial?, ¿Qué fue lo que hizo que tú, de todos los seres, te enamoraras de ella?, ¿Qué tu, destructor de almas inocentes, te enamoraras perdidamente de Maru?

¿Qué puedo decir? Es un dato que no puedo consignar aquí. Su belleza no dependía de su expresión facial. Estaba impresa en su rostro que era fresco, sin la menor arruga, y que tenía cuerpo esbelto como el de un muchacho.

Pero uno asimila esos detalles en el frenesí del amor que siente hacia la persona en cuestión. En sí mismo no significa nada.

Pero si uno cree que una mujer tan fuerte ha creado ella misma sus rasgos faciales, la línea de sus cejas, su postura erguida, la franqueza de sus gestos, la forma en que el cabello le cae sobre la cara, la longitud de sus pasos, el sonido de sus pisadas, entonces lo significa todo.