lunes, 16 de julio de 2007

La noche transcurre, a mi ruego, se ha refugiado mi madre, para protegerme de las ansias de la muerte que he presentido con mi sexto sentido, desarrollado bajo la influencia de seis meses consecutivos de torturas. Y, a disgusto, con paso lento, regreso al valle de los sufrimientos y la muerte, de los insomnios y los demonios.
¡Sonreír a la muerte! ¿Cómo podría ser esto posible si la vida no fuera, ya de por sí ridícula? ¡Tantos problemas por tan poca cosa! Quizá se oculta, incluso, en el fondo del alma, la vaga sospecha de que, aquí abajo, todo es tan sólo ficción, mueca y simulacro y que los Dioses se divierten con nuestros sufrimientos.