jueves, 9 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD...

“Que no me alcance esa bala perdida,
que no me toque la maldad en esta rifa,
que los Dioses blinden a mi ángel de la guarda.

Que no me roce la locura,
ni me roben la esperanza.

Que mis pasos vuelvan a casa,
que los rezos de mi madre surtan efecto,
que este país en llamas no se vuelva más cenizas.

Y que los hombres buenos ganen algunas batallas,
aunque sea en el exilio, lejos de este purgatorio”.

Diciembre se pasea con prisa en cada calle. Dos empleadas retocan aquel árbol de Navidad en el aparador. Un maniquí con sonrisa de yeso parece feliz con su bufanda a rayas. Y un chavo de la calle pasa hambre y pasa frío, mientras todos le niegan una moneda. En Liverpool y Suburbia hay facilidades para que malgastes tu aguinaldo. Y los culeros de Banamex te cobran comisiones hasta por consultar tu saldo. Y los dueños de los bancos donan millones al Teletón con la mano diestra, mientras con la siniestra te embargan la casa, el auto y, si pudieran, intentarían con tu alma. Los niños, tus sobrinos, los hijos, tus hermanos, cambian sus deseos con cada bombardeo de la tele: hoy quieren aquel juguete, mañana un celular rosa, ayer preferían un Xbox. Y no quieres imaginar su cara de pesar cuando vean que los Reyes Magos volvieron a fallarles. Pero qué saben ellos de presupuestos, de un país en la miseria, de un gobierno que parece promotor del desempleo. En el banco ya hay adornos navideños. Y tu tarjeta de crédito está saturada. Y una mujer triste mira con melancolía por la ventana del Metro. Alguna deuda la atormenta. Quizá su hijo ande en malos pasos, tal vez sea un sicario en potencia. Y como tú, como yo, seguro cenará espagueti y un trozo de carne que no hará más llevadero el fin de año. El destino es un asesino a sueldo, que te sigue y no encuentra el momento adecuado para jalar del gatillo, mientras tú te agobias de sobresaltos. “Cuide su aguinaldo”, recomienda alguna dependencia de gobierno. Como si no supieran que ya lo tenemos endeudado, reservado para pagos atrasados. Un Santaclós percudido, frente a una Polaroid, sienta a un niño en sus piernas. Son el presente y el futuro, en una triste metáfora de tus días más afortunados. Y tu que siempre quisiste que tus Navidades fueran como un catálogo de Sears.