martes, 30 de mayo de 2006

O CRUZ AVE SPES UNICA II

Cada mañana estaba allí, cada vez más pálida. El dolor ha ennoblecido su rostro vulgar. ¡Lo espera, la miserable!

Durante cinco semanas viajé por un país lejano. A mi regreso, habiéndolo olvidado todo, cuando entre a mi cementerio vi a la mujer abandonada en medio de la gran avenida. El contorno de su cuerpo enflaquecido se encontraba sobre una cruz, al fondo, como si estuviera crucificada; encima, la inscripción: “El camino de la cruz, el único que conduce a la sabiduría”.

Me aproximo y contemplo la devastación que el corto lapso de tiempo ha producido en sus rasgos. Me parece ver a un cadáver en el crematorio, bajo la blanca tela de amianto. Todo sigue allí, simulando la forma humana, pero incinerado, sin vida. ¡Mujer sublime! ¡Creedme, el sufrimiento al menos no es trivial! El sol, la lluvia, han ajado los colores de su abrigo, las flores del sombrero amarillean como los tilos; incluso sus cabellos se han marchitado... ¡Espera! ¡Siempre, todos los días! ¿Una loca? Sí, victima de la gran locura del amor. ¡Va a morir esperando el acto que da la vida y perpetúa los sufrimientos!

¡Una concesión a perpetuidad! ¿Por qué no a eternidad? ¿Dado que la materia es eterna?