martes, 30 de mayo de 2006

Cómo se escoge una victima?

En realidad no tengo un patrón definido, basta con que cumpla los mínimos requisitos de alimentación básica para ser elegidos, como escoger filetes en un mercado, o sopesar una sandía y compararla con otras, ¿cuál será la más dulce?, ¿cuál será la que tenga más jugo?, etc.

Como sea, quizá no importe demasiado, nuestra condición muchas veces nos reduce a tener que pensar únicamente en sobrevivir. No violar la farsa, no dar a conocer nuestra verdadera naturaleza. Más que a un León debemos parecernos a las serpientes, tardando meses en digerir a su víctima, en absorberla entera. Los depredadores mamíferos son más rápidos, y por ello, menos mortíferos. Si no eres comida o amenaza, nunca te prestan demasiada atención, su comportamiento es más bien flemático.

Las serpientes son, en cambio, un enemigo universal, para cualquier tipo de vida con movimiento suficiente para servir de alimento, o como deposito de veneno. Movimientos que no son detectados, fácil camuflaje, enormes colmillos que aprisionan, la asfixia... La condición maldita: mala suerte, mil supersticiones alrededor suyo y nuestro, mitos tan viejos como la propia humanidad.

Lo que nos distingue de cualquier otra criatura a sido siempre igual, jamás va a cambiar; somos los mejores depredadores de la tierra, y sin embargo, ¿Quién nos conoce? Nadie puede decir que sabe lo que realmente somos, lo que tenemos dentro, cómo trabajan nuestras mentes. Cuáles son nuestros sentimientos.

Las personas son sus propios interlocutores, el arte de un humano es para otros humanos, el odio y el amor tienen siempre como blanco a alguien de su misma especie. Animales inteligentes, capaces de transformar la realidad a su antojo; un Vampiro no tiene la posibilidad de crear grandes obras, como no sea para sí mismo. Aunque logre pasar desapercibido, si llega a mostrar su creación como si fuera común, la gente no lo comprende, lo rechaza, sabe que el destinatario es otro, se siente lejos de tal demostración de sensibilidad, de semejante visión. El poco arte que ha sobrevivido como tal, entre la gente en realidad es solo comprendido por 2 tipos de seres; aquellos que pertenecen a la misma cepa del autor y aquellos que, por alguna extraña razón, tienen un alma semejante.

Las obras producto de nuestra raza suelen ser siempre demasiado oscuras, demasiado crueles o simplemente indescifrables para cualquier persona más o menos común. Son intemporales, sin una corriente definida. Eso es algo comprensible, nuestros motivos son otros, nuestra idea de muerte es muy distinta; la gente se sabe mortal, vulnerable y débil. Para nosotros no es tan fácil como ser indestructible o todopoderosos, pero nuestros miedos nacen de cosas diferentes: de situaciones y conceptos demasiado alejados de una vida mundana y corriente, de una vida humana estándar.

Nuestra percepción del tiempo es también muy distinta; un Vampiro no pierde el tiempo, nunca tendrá el tiempo encima. Para uno de mi Cepa jamás será tarde ni temprano. El problema de las noches y los días, incluso, hace mucho que dejó de ser un verdadero problema. Los refugios son cada vez mejores y siempre se aprende pronto a superar la inestabilidad de los mismos. Y ¿Qué nos queda después de tener los satisfactores resueltos? Las personas que llegan a comprendernos por medio de nuestras escasas expresiones artísticas son casi siempre inadaptados ante una sociedad establecida y con un ritmo propio bien definido, como nosotros, y tienen, casi siempre, conceptos distintos del tiempo y el miedo.

Los humanos se conducen impelidos básicamente por cuestiones de búsqueda, búsqueda de sexo, que es sinónimo de placer y viceversa; búsqueda de la condición ideal, que se traduce como felicidad; búsqueda de superación del tiempo que se agota y de superación del miedo; miedo a la soledad, a la infelicidad, a la incomodidad y a la desaparición, a la muerte. Cuando uno se inicia en el reino oscuro y sangriento, llega con todos estos conceptos fuertemente arraigados en la psique, en el alma, pero poco a poco, con el paso del tiempo, con los cambios externos en el mundo, con la comprobación de ciertas cosas y el descubrimiento de otras, uno va mutando y va adquiriendo nuevas interrogantes y nuevos conceptos. Uno se vuelve otra cosa, se vuelve afilado y andrógino e incluso seductor. Se convierte en otra criatura, en algo tan alejado de una persona como lo puede estar un mamífero común y corriente de un reptil con la sangre a temperatura baja y la piel cubierta de escamas. Desaparecen las principales fuentes de placer que anhelan ellos, se difuminan; la felicidad y el tiempo adquieren otras dimensiones. Y, sin embargo, es en este punto en el que realmente se comprende lo que significa ser humano. Es cuando uno se siente equidistante a aquél que camina por la acera, del otro lado de la calle, a un paso muy semejante y con un ritmo reconocible. Es en ese momento que surge la empatía hacia los mortales, al mismo tiempo que uno adquiere la certeza de la ausencia. Saberse extranjero en toda comarca, lejano y triste por ese paralelismo de líneas que jamás podrán llegar a un punto de unión.

Entonces el único refugio es la sangre, la única manera de romper la linealidad es matar, absorber la esencia, pedir la entrega total, como sólo se da por amor, o por locura. La única manera de volver a encontrarse intensamente con alguien es abrirse y recibirlo todo y dar, por una fracción de instante solamente, lo mismo a cambio. Es por eso que, cuando alguien muere a manos de un cazador oscuro, recibe a cambio de su alma y sangre, la comprensión total y absoluta de que al final, lo único que queda es la soledad.